Desgrabaciones
Ellas hablan e infinitas sensaciones se hacen cuerpo. Aún veo sus caras, sus labios se mueven sonrientes bajo un halo de luz inexistente. Las palabras se desintegraron con el viento inmóvil. Sus historias quedaron grabadas en mi piel. Blanco, silencio, vacío, ausencia. Blanco sobre blanco como inexistente...
"Desgrabaciones" son más de 15mts de conversaciones que fueron surgiendo tras largos o sutiles encuentros con muchas mujeres de México. Historias que en general no se quieren escuchar, no tienen relevancia o es preferible mantener en el anonimato. El bordado como un mantra, por momentos daba vueltas sobre cada palabra que construía la historia y por momentos me perdía en la inmensidad del no tiempo y espacio. Escribir sin pensar, sin seguir una línea previamente hecha en lápiz. Blanco -hilo, cinta y fondo-, una pieza invisible, salvo por las marcas que el tiempo deja ver...2012.
Cinta bies de 15mts bordada a mano. 2012
Victoria no quiere saber nada con los hombres. Le bastó un engaño y un padre que le pegó tanto a la madre que la dejó postrada en la cama durante tres años. Cuando pudo levantarse se fue de su casa, llevándose a sus hijos fuera de la ciudad. Cuando el padre enfermó de cirrosis, Victoria junto a una de sus hermanas fue a cuidarlo hasta su muerte, a escondidas porque por haber cambiado su religión les prohibieron regresar a la ciudad, donde vivieron en familia...
Felipa, mujer de bella, dulce y contagiosa sonrisa, que en la seriedad revela las batallas ganadas, es una de diez hermanos y la única que solo tuvo dos hijos. La hermana tuvo cinco hijos, todos de distintos padres. Tres los regaló, uno lo abandonó y uno se lo quedó. A Felipa la dejó el marido por otra y le pidió el divorcio pero como ella igualmente no elegía separarse sigue diciéndose casada y esperándolo. Felipa aprendía a bordar en la escuela de pequeña pero el padre no le compraba los materiales; la necesitaba trabajando. Igualmente la cuñada sí lo hacía y Felipa mientras pastoreaba los animales en el campo, aprendía a bordar.
Eustaquia prefirió llamarse Rosa en nuestro segundo encuentro. Ni fotos ni videos que registren mi cara, dijo. Si llegaran a malas manos podrían venir a buscarme. Rosa es parte del movimiento de las mujeres que “luchan por una vida mejor y para no ser perseguidas por el gobierno”...
Crispina tiene 47 años y aún vive con su mamá y hermanos. “Me duermo cuando quiero, me levanto cuando quiero y trabajo sin exigencias porque no espero tener una casa enorme con una altura que no pueda alcanzar“. Crispina agradece que su maestro insistiera en que las niñas tomaran las clases de costura y bordado, lo que nunca entendió es la explicación que les daba: vayan, porque ustedes que son mujeres, decía, y probablemente no sigan sus estudios, tienen que aprender a hacer algo con las manos aunque sea, a remendar un calcetín...
“Maruch Santiz Gómez, la fotógrafa“ se presenta orgullosa como una mujer independiente y una artista emergente muy comprometida con su aprendizaje autodidacta. Cuando Maruch se siente especialmente atacada, arremete con frases como “soy chiquita, indígena y mocosa, pero entiendo“. Maruch dice que si una noche de tormenta, un hombre desde su coche se ofrece a llevarte a casa, más vale negarse amablemente y sin herir susceptibilidades. De otro modo puede enfurecer y no sabes hasta donde puede llegar...